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En un mundo con 52 % de mujeres y un 48 % de hombres es necesario darnos cuenta de que ambos sexos aportamos grandes cosas a la sociedad y economía de los lugares que habitamos.
A veces nos encontramos con que no nos gusta trabajar con hombres porque son demasiado secos y duros. O, por otro lado, nos alejamos de las mujeres porque son demasiado sentimentales. Simples clichés… Conozco bastantes mujeres que me dan tres vueltas en constancia y determinación; y hombres que se la pasan quejándose todo el día. No nos engañemos y tratemos de ocultar nuestra falta de adaptación detrás de una cortina de desprecio absurdo.
Dice Ernesto Bolio en su artículo “Hombre-Mujer, ansiado equilibrio” que para lograr una buena relación hombre-mujer en la organización y en el hogar se debe aceptar lo femenino y lo masculino que cada uno tiene dentro de sí, con su peculiar y personal forma de manifestarse.
Somos diferentes, sí. De la misma forma en que todos los hombres somos distintos, o todas las mujeres. Por mucho que las mujeres lastimadas traten de catalogarnos a todos bajo el clásico “todos son iguales”. Son palabras que nacen del triste dolor, no de la realidad objetiva del mundo 🙂
A decir verdad, todos los hombres somos diferentes. Y todas las mujeres, también.
¿Cómo convivir en un ambiente laboral con hombres y mujeres, todos completamente diferentes? Como dice Bolio, hay que ACEPTAR a los otros, sin tratar de cambiarlos. Quien quiera cambiar a otra persona, siempre fracasará. La gente no cambia, solo se adapta o corrige ciertas cosas, pero no cambia.
En cambio, aceptando la masculinidad o femineidad de las personas que nos rodean podremos dar pasos agigantados hacia el buen funcionamiento de una organización grande o pequeña.
Acepta sus impulsos, sus normas, sus reacciones, sus arranques (buenos o malos), sus costumbres. Obviamente si eres el jefe no vas a aceptar faltas de respeto o rebeldías… Pero sabes a lo que me refiero…
Acepta a las personas como son, encuentra sus virtudes y ayúdales a potenciarlas.